Roberto Bolle para Vanity Fair Italia en fotos de Max Vadukul


Roberto Bolle recuerda muchas cosas: “La sonrisa de mi padre que abrió la puerta de la casa con aire de celebración. El tren que tomé de Vercelli a Milán que nunca había visto para la audición en La Scala. La magia de la Navidad con la preparación que precedió a la alegría: una metáfora de toda mi vida". Alrededor de las salas en las que bailaba, este bailarín provinciano elevado al papel de divinidad pagana ha visto cambiar muchas cosas y ahora, a unos meses de los 46 años lucido en abierto desprecio en la oficina de registro, se da cuenta de que no todo, entre un paso y otro, siempre ha ido al tiempo de la música: "Sé que he renunciado a la infancia, la adolescencia y la juventud y también soy consciente de que esos períodos no volverán jamás. Yo he sido soldado. Uno siempre en marcha. Pero no soy uno de esos soldados que escriben cartas desde el frente llenas de pesar o nostalgia. He elegido mi destino. Fui hacia mi futuro".


"En mi trabajo, el cuidado del cuerpo es fundamental, pero sin tu cabeza no puedes ir a ningún lado"


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