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El debut de Matthew Williams en Givenchy se interpretó como una transformación entre esos códigos y la elegancia vestida de negro de la casa que ahora habita. Suspendido entre lo formal y lo super casual, el diablo estaba en los tratamientos de tejidos. Las prendas elegantes estaban prácticamente bañadas en acondicionador, dinero y champán, mientras que las prendas industriales parecían haber sido lavadas con pintura y ácido y atropelladas por camiones en la autopista, una y otra y otra vez. Si suena como el departamento de vestuario de las películas de Hostel, no está lejos. La ropa de Williams tiene un costo retorcido que se siente clínico y sucio a la vez.
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