Mario Casas (A Coruña, 1986) sale raudo del coche que le ha traído hasta la puerta de Condé Nast. Lleva gorro, gafas de sol oscuras y unos auriculares que le cubren media cara. Viste una chaqueta con forro de borrego, vaqueros y botas negras. Si no fuese quien es, no llamaría especialmente la atención. Pero la realidad es bien distinta: da igual lo mucho que trate de esconderse en público, lo mucho que trate de normalizarse, de algún modo Mario Casas es patrimonio público. Han pasado 14 años desde que debutara en el cine de la mano de Antonio Banderas, desde entonces y hasta ahora, ha participado en algunos de los proyectos más rentables y multitudinarios del cine español. "En realidad, siempre me he guiado por el instinto. Con 22, 23 y 24 años me ofrecían determinados papeles y yo los leía, los entendía y, si me gustaban, los hacía. Todo ha ido cobrando forma de esta manera, por impulsos. Asimismo, es evidente que la edad te da la oportunidad de interpretar personajes diferentes: cuando empecé tenía algo menos de 20, ahora tengo 33 y puedo ser, por ejemplo, un padre de familia. Las carreras también se basan en ir cumpliendo años y en que te den oportunidades”.
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