El concepto que vive detrás de la frase “un balazo en el pie” es muy sencillo: autosabotaje. Es decir, aquel que sabe que la bala que va a disparar terminará por impactarle, y puede no disparar, pero lo hace. Y dispara... Aun sabiendo que le puede afectar, aprieta el gatillo. Aunque termine por ser eso que llaman “balazo en el pie”. Cuando Benito Antonio —el nombre que aparece en el acta de nacimiento puertorriqueña de Bad Bunny— entra por la puerta (acompañado de un séquito de otros “Benitos” que lo siguen en cada rincón y por cada habitación del Hotel Presidente Intercontinental Ciudad de México), la frase cobra más sentido que nunca y, con ella, van apareciendo en la mente decenas de sentencias de la gente que nos lo advirtió: “¿Cómo se te ocurre querer entrevistar a Bad Bunny para GQ?”, “¿qué le ves a tremendo ignorante y naco?”, “ah, es un vulgar y misógino, no lo saques”, “es una burla, mira cómo se viste y las uñas”, “arruinó la música”, “es una ofensa a las mujeres” y sí, por supuesto: “es un balazo en el pie”. Benito luce muy cansado. Harto. Apenas tuvo unas horas para dormir, tras llegar de madrugada a la ciudad luego de un concierto en Monterrey dentro de la gira de su disco X100PRE, el trabajo que tomó por sorpresa a la industria. Sí, tiene unos kilos de más y no tiene el humor fuera de cámara, pero basta el primer clic y llega la transformación: de Benito a Conejo.
Entrevista por Mario Villagrán Fotos de Emmanuel Monsalve Moda por Fernando Carrillo
El mundo está reflexionando sobre la masculinidad actual y, para bien o mal, te has convertido en referente de esa discusión. Para ti, ¿qué es lo que un hombre debe de hacer hoy para ser hombre?
No hay reglas para la masculinidad. No hay reglas para ser hombre. No las hay. No hay una que te diga: “Tienes que ser así y sólo así para ser hombre”. Uno elige cómo ser y cómo actuar, qué decisiones tomar, cómo vestirse... La suma de todo eso es lo que le da personalidad e identidad a la gente. No los géneros.
El machismo ha sido parte fundamental del ADN de Latinoamérica. Es algo tangible y presente, ¿o tú no lo percibes así?
Claro y están presentes las barreras que el machismo marca y seguirán por un buen tiempo porque los cambios no surgen de un día para otro. Pero creo que es cosa de cada ser humano educarse para el futuro y tratar de hacer la diferencia. No creo que lo ideal sea hacer conflictos, sino, repito, educar. Ahí está la diferencia y la clave para tirar esos muros y los géneros.
Tu visión de la sexualidad, hablando desde tus letras, polariza. Misógino, macho, erotizador… ¿De dónde viene esta visión sexual del mundo?
De mi cultura… Yo pienso que es así. Creo que en Puerto Rico se habla más de sexo que de política. No crecí en un lugar donde el sexo sea un escándalo o que divida. No todo es tan abierto, eso sí. Hay comportamientos que todavía en 2020 se encuentran con restricciones, pero creo que nací en tierra de sexo (risas). Estoy bromeando un poco, pero algo de eso hay, sí.