¿Desde hace cuánto tiempo el cine francés no conoce a un actor capaz de abarcar géneros con tanta facilidad? A Jean Dujardin no le importa pertenecer a una casta. Su lugar es no conocer ninguno. Aquí es donde se siente mejor, libre de abrir todas las puertas para este hijo de cerrajero. ¿Quién, de hecho, podría haber imaginado que este comediante revelado por un modesto programa de televisión, en 1999, ganaría, una docena de años después, un Oscar, el único hasta ahora para un actor francés, con El Artista? Las intuiciones de Jean Dujardin son sagradas. Este año, en la economía de su elección, habrá podido pasar de una comedia familiar, We Finish Together de Guillaume Canet, a un objeto no identificado, Le Daim de Quentin Dupieux, luego J'accuse de Roman Polanski, en el que sin duda interpreta a uno de sus personajes más complejos: Marie-Georges Picquart. Lo que no significa que el actor con el entusiasmo intacto haya renunciado a sus trucos, el regreso de su héroe galo Brice de Nice o su personaje no menos
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