El escapismo no es una opción para João Pimenta. El diseñador habla en cizaña, palabra que suena gris en sí, pero que quiere decir desarmonía, división, pelea. Lo que João Pimenta presenta es un país en crisis, incluso de identidad. Los modelos con la cabeza cubierta por bolsas plásticas y bocas cerradas con cinta sugieren censura, tortura, silencio. Entre el clima soturno colectivo y los afectos personales, João Pimenta traza un paralelo. Si el país parece tener dificultades para lidiar con la propia historia, el estilista parte de su trayectoria. Una inversión en la que el contexto se puede buscar desde el individual. Hay algo callado en la oscuridad, sugieren la ropa. Una dificultad tal vez de lidiar con lo que falta y lo que es exceso. Como estilista, João siempre trabajó en esos límites. La idea de transformar el rasgo, el remiendo, la imperfección, la incompletud, en belleza forma parte de su repertorio de base. Esta vez se vincula entre esta idea y la técnica oriental de remendar cerámica quebrada con oro. Lo que se parte o nace nunca más será el mismo, pero puede tornarse aún más precioso, especial. La marca firmada por Helder Rodrigues ayuda a contar la historia de algo que está podrido, tal vez muerto. Moscas pegadas al rostro, una imagen fuerte e incómoda. La cinta roja en la boca imita un lápiz labial, una mancha, una sonrisa siniestra y fabricada. El uso del camuflado merece atención. En los colores tradicionales habla de guerra, de dureza, de una masculinidad destructiva. A continuación, pasa por una cierta contaminación. Es tomado de colores que vienen de otros tejidos, de bordados, huecos artesanales, de flores. Es algo que va creciendo hasta explotar. La explosión es un evento que se hace ver, pero también escuchar.
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