Vincent Cassel tiene una confesión que hacer: si pudiera, se pasaría la vida descalzo. “Me encantaría, estaría siempre en la playa y sólo tomaría un avión cuando tuviera que ir a trabajar. Pero, por desgracia, no es así como funciona. Lo he intentado, pero las responsabilidades de la vida te arrastran a la ciudad y a los zapatos”. No hace falta hilar muy fino para relacionar esta metáfora con el hecho de que, a sus 52 años, el actor acaba de instalarse de nuevo en su París natal después de vivir un lustro en Brasil, un país que primero le atrajo “por la música y la poesía”, pero del que le acabó enamorando la gente: “Hay algo ahí que todavía no he encontrado en ningún otro lugar y creo que tiene que ver con la actitud de los brasileños hacia la vida”. Los lazos familiares (Cassel tiene dos hijas, de 14 y 8 años, con su exmujer, la actriz italiana Monica Bellucci) tiraban con fuerza de él hacia Europa, y los proyectos profesionales también se le estaban amontonando. El último en llegar a las salas de cine, El emperador de París, es un filme con vocación —y presupuesto— de superproducción en el que interpreta a Eugène-François Vidocq, un exdelincuente que acabó comandando la policía nacional francesa. “Aquí es una especie de héroe (o antihéroe) nacional; alguien que vino de la nada y encontró la manera de reinventarse”, explica. Además, recién terminó el rodaje de Hors Normes, la nueva película de Éric Toledano
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