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Un viaje hacia atrás en el tiempo, en específico al Studio 54 de los años setenta conforman el punto de partida de la colección de invierno de Michael Kors en la semana de la moda de Nueva York. Su propuesta es una declaración de innovación en la esencia sartorial masculina inyectada con el infalible ADN americano que fluye dentro de la atmósfera del jet-set de la marca, que revive con estampados de leopardo de texturas llamativas, trajes a cuadros, pieles de serpiente y abrigos con faux fur que retoman el exceso de la época.
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