De su padre, un hombre con una vida complicada, heredó el título de "Marlon Brando Flemingo". Y eso es suficiente: porque la etiqueta de un actor torturado no está en el interés de Matthias Schoenaerts. Prefiere pintar, cuidar sus plantas, cuidarse a sí mismo. Y esforzarse por ver lo mejor de las personas. "Hay quienes se liberan con las drogas, el alcohol o van por ahí golpeando a las personas. Me siento afortunado porque puedo canalizar las energías interpretando a un personaje o pintando una imagen. La creatividad es una especie de exorcismo".
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