Juan José Padilla, torero y sobreviviente del ataque de un toro luce las heridas de su oficio en la portada de la edición de mayo de Esquire España, en fotografías de Pablo Lorente y texto de Carlos H. Vázquez.
> El primer novillo que maté fue en 1985, pero desde 1980
estoy toreando becerras. Tenía siete u ocho años. Ahí empezó la ruta del toro,
donde frecuentaba todas las ganaderías que existen en la provincia de Cádiz e
iban las grandes figuras del toreo.
> Profesionalmente, el primer toro fue de novillero en
mi tierra, en Jerez, en 1989. Seguidamente tuve una cornada muy grave. En la
segunda novillada, un toro me seccionó la femoral y me tuvo apartado dos años
de los ruedos. Fue una de las cornadas más graves que tuve en mis inicios.
> A mis padres no les importaba que yo fuera torero.
Incluso, mi padre me ayudó mucho, porque era y es muy buen aficionado. Me
acompaña en algunas corridas, aunque ya le cuesta un poco más porque lo pasa
bastante mal. Me ayudó y me exigía mucho. Es muy buen profesional.
> Rafael Ortega fue muy importante para mí. Tuve la
suerte de ser su discípulo, de estar en su casa desde mis inicios. Me quiso
como a un hijo y me enseñó los tercios del toreo, los conceptos, la base y la
profundidad del toreo (él era un torero con mucha profundidad). Era una persona
con mucho carácter y con mucha exigencia, pero a la vez con un alma y un
corazón grande. Tengo unos maravillosos recuerdos de su familia y de su finca
(El Acebuchal), donde me preparó él personalmente con un carretón y dos alpacas
de paja. Ahí me enseñó a entrar a matar. Era el Rey de Espadas en su época. Un
maestro. Torero de toreros.
> Hay que tener siempre la cabeza bien amueblada en el
triunfo y en el fracaso. Cuando uno triunfa, viene conseguido por unos
esfuerzos, por una lucha y por una constancia. Eso requiere tener
reconocimiento y saber que no queda ahí sino que hay que saber mantenerse.
> El toro huele el miedo. El torero, estando al cien
por cien, en un momento pletórico, a un toro que medio embista le obliga a
sacar el mayor partido. Un torero que no está en ese estado de ánimo es difícil
que le pueda a ese toro.
> Para el fracaso hay que ser resiliente y una persona
de mucha fe. En mi caso, soy un hombre de mucha fe y de mucha esperanza,
independientemente de lo avanzada que está la ciencia (que, por supuesto, a mí
me lo ha demostrado).
> Soy devoto de San Martin de Porres desde hace muchos
arios. Me encomendaba a él desde muy pequeño. Yo antes era panadero y en el
convento donde llevaba el pan a los frailes me lo recordaban mucho.